Después de más de 18 años como presidente de los Premios APROIN, ¿qué significa para usted este reconocimiento dentro del sector inmobiliario gallego?
Fue Serafín Ocaña quien me llamó y me informó sobre los Premios APROIN, señalándome que sólo se requerirían dos días, los cuales tendrían que restarse de mis actividades profesionales. Acepté, recordando aquello que, una vez que hayas tomado una decisión, no des nunca explicaciones ni pidas disculpas, pues cuando se toma esa decisión, se debe hacer con la obligación moral irrenunciable de decir lo que se piensa o siente.
A lo largo de estos años nunca tuve problemas o conflicto alguno, manteniendo siempre mis propias opiniones y la inflexibilidad de mis deberes.
En mi aceptación tuve que admitir el aserto de que las vivencias personales que configura el saber de una persona no residen en el número de cosas que se han vivido sino en el número de ellas que has reflexionado. Así pues, esta decisión la tome como un reto.
El pasado año he sido reconocido como socio de honor. Cuando se recibe una distinción de estas características, uno siempre admite que se premia una labor de conjunto, donde el trabajo en equipo prima sobre el trabajo individual.
A lo largo de estos años, habrá visto evolucionar el sector de la promoción inmobiliaria. ¿Cuáles diría que han sido los principales cambios y desafíos a los que se ha enfrentado el sector?
En las primeras etapas se analizaban por separado cada uno de los principales elementos arquitectónicos relacionados con los edificios que optaban al galardón (Edificio 10), tales como innovación y diseño, materiales de fachada, aislamiento e impermeabilizaciones, carpintería, tratamiento de espacios comunes, seguridad…
Se valoraba cada uno de ellos de forma numérica y, a modo de un polinomio formado por todos ellos, conducía a un valor numérico, ganando el de mayor puntuación. Igualmente se galardonaba con Premios a los mejores aislamientos e impermeabilizaciones, cerrajería, carpintería exterior e interior, fontanería y calefacción, uso de materiales de fachada, instalación eléctrica y diseño arquitectónico. Actualmente, se analiza toda la obra en su conjunto y se concede un único Premio.
En años posteriores, se perfeccionó la metodología utilizada para lograr una mejor objetividad, pero manteniendo siempre su esencia.
Bajo la firme creencia de que la sostenibilidad es tomar, básicamente, como ejemplo a la propia naturaleza, aprovechando los recursos y generando lo que se utiliza, APROIN se fue orientando desde su creación hacia la conservación de ese equilibrio social, económico y medioambiental en todas sus actividades, trabajando siempre con objetividad, que es la capacidad de analizar una situación desde diferentes ángulos; esto es, aquella característica que permite evaluar así sus proyectos con realismo.
¿Hay algún proyecto o premiado que le haya marcado especialmente durante estos años?
En principio, todos los galardonados merecen toda mi sincera felicitación. La comparación entre los premiados resulta difícil porque la metodología empleada a lo largo de estos años para la concesión de los Premios fue diferente.
Por no encajar dentro de los Premios clásicos (obra nueva, rehabilitación, residencial y no residencial), se concedió un Premio especial a la transformación urbana al complejo VIALIA, una intervención que trata de establecer una interrelación entre la ciudad y una actividad comercial que incorpora espacios para los servicios públicos, ferroviarios y de autobuses. La construcción de una gran plaza pública permitió interrelacionar la ciudad con este centro comercial.
¿Qué futuro visualiza para los Premios APROIN y qué mensaje le gustaría transmitir a los profesionales del sector que aspiran a este reconocimiento?
Se puede constatar que todos los premiados tomaron una decisión: ser innovadores y emprendedores, por lo que tuvieron que estar permanentemente inmersos en retos. Comprometiéndose en cada momento con aquellos desafíos que se le presentaban. Y han corrido riesgos, pues cuando se arriesga a veces uno se equivoca. En ocasiones, es el precio que hay que pagar para acertar, tal como dejó escrito Bertrand Russell: “hay que tener la suficiente resignación para saber que hay cosas que no se pueden hacer o cambiar. Pero hay que tener la suficiente constancia, dedicación y valentía para poder hacer o cambiar aquellas que se pueden hacer o cambiar. Y hay que tener la suficiente inteligencia para no confundir las unas con las otras”.
Lejos de cualquier afán de protagonismo, hoy priman las reflexiones colectivas orientadas hacia unas metas cada vez más interrelacionadas entre sí. Todo ello redundará en un mejor conocimiento de la provincia donde vivimos y sirve para fortalecer las bases que sustentan a su ciudadanía y a su civismo. Este es el camino que APROIN emprendió desde hace años, y en esta dirección seguirá, uniendo el rigor que toda obra arquitectónica lleva consigo.