Entender, aprender y adaptarse
La vivienda tras la crisis del coronavirus
El parón por la pandemia del coronavirus es sin duda el protagonista del momento. En el sector inmobiliario acapara conversaciones y titulares como en cualquier otro ámbito, personal o profesional. Todos hablan de la incertidumbre, la que rodea a las ventas de viviendas, las idas y venidas del alquiler de viviendas o el futuro –ya de antes incierto– de las grandes superficies comerciales.
La aparente falta de certezas del futuro puede encontrar rumbo en las lecciones que nos pueda dejar nuestro pasado más reciente, casi presente. El confinamiento en nuestros hogares ha puesto en crisis muchos apartados de nuestras vidas, desde la relación con aquellos con los que convivimos a la relación con nuestro trabajo, pasando por los familiares o amigos de los que debemos distanciarnos.
Otra de las relaciones que seguro hemos puesto en crisis es la nuestra con nuestra propia vivienda. Todas las viviendas habitadas han sido sometidas a una prueba de carga, un stress test que quizá nunca se había visto. Habitarlas el cien por cien de las horas del día, con todos sus ocupantes habituales –o a veces incluso más– nos ha empujado a trasladar todas las actividades de nuestro día a día y encajarlas como se pudiera entre nuestras cuatro paredes.
De toda prueba podemos sacar conclusiones. De esta entenderemos las capacidades de nuestro hogar para ser lugar de trabajo (en remoto), espacio educativo (a distancia) o gimnasio improvisado, entre otras muchas cosas. Entendiendo también la composición del parque de viviendas español, lo más probable es que estas conclusiones suelan ser negativas. Viviendas rígidas en su uso, escasas en espacio y luz natural; suficientes para nuestro día a día, pero solo eso, suficientes.
Una de las mejores formas de aprehender una idea es la repetición. Estos más de cuarenta días repitiéndonos las carencias de nuestra vivienda probablemente resulten en ideas grabadas a fuego en nuestra memoria; ideas sobre hasta dónde podemos exigir a nuestra vivienda actual y qué exigiremos a nuestro próximo hogar. En otras palabras, como consumidores de vivienda subiremos el listón.
Desde el otro lado –promotores, arrendadores o agentes inmobiliarios– deberemos entender las consecuencias de esta subida de listón, este aumento de las expectativas del consumidor. Deberemos entender la aparición de un cliente con nuevos motivos, que busque en un inmueble características que antes ni se mencionaban, o que cambie el orden en sus prioridades. Entender estas nuevas apetencias y adelantarnos a ellas nos ayudará a adaptar nuestra oferta o, al menos, reescribir nuestro mensaje para hacerlo coincidir con estos nuevos criterios de búsqueda.
Esta breve reflexión quiero hacerla desde una comprensión más amplia del concepto de crisis: un momento de cambio, rápido y profundo, como el que estamos viendo. Todo lo que venga después será diferente, en mayor o menor medida. Cuanto antes entendamos qué es lo que ha cambiado, antes podremos reconstruir nuestra cotidianidad.