El locus, un monte insertado en el casco urbano y parcialmente erosionado para su uso como aparcamiento provisional, debía albergar ahora un equipamiento publico de Auditorio y Escuela de Música en una parcela estrecha, limite entre lo urbano y el espacio natural. Se plantean unos muros quebrados que suturan ese limite, recuperando la orografía del espacio natural por un lado y resolviendo, con la edificación y la conformación del espacio publico, la conexión a la trama urbana por el otro. Al ser un municipio de pequeña escala se solicitaba un espacio flexible multiusos dentro de una contención económica obligada.

Para ello se resuelven las distintas tipologías mediante un sistema de butacas extraíbles y tarimas modulares. Este sistema permite, más allá de la flexibilidad, como permutador tipológico, un solución en continuidad con los experimentos teatrales de los años 50 y 60 hasta una obra abierta como proceso operativo contemporáneo de simultaneidad o indeterminación tipológica. La sala negra, completa la cámara negra de la caja escénica, plegándose al mandato de la acústica y dejando levitar la nube de paneles acústicos regulables.