Los incendios forestales del pasado verano en Galicia y en muchas regiones de España han evidenciado la vulnerabilidad de numerosos núcleos urbanos. En muchos casos, las llamas alcanzaron las viviendas al no existir una planificación adecuada del paisaje que actuara como barrera verde de protección.
Jardinería como herramienta de prevención
La jardinería no debe entenderse únicamente como un recurso estético, sino como una herramienta de gestión del riesgo. Un diseño inteligente de las zonas verdes que rodean los núcleos urbanos puede marcar la diferencia entre un fuego que se detiene y otro que invade calles y viviendas.
Principios básicos de jardinería preventiva:
- Selección de especies: priorizar plantas y árboles con bajo poder combustible (caducifolios, especies autóctonas resistentes a la sequía) y evitar masas continuas de coníferas o arbustos resinosos cerca de viviendas.
- Disposición estratégica: crear discontinuidades en la vegetación, evitando setos densos o alineaciones que actúen como “mechas”.
- Mantenimiento regular: podas, siegas y riegos que reduzcan la acumulación de biomasa seca.
- Uso de cubiertas vegetales controladas: praderas de bajo porte o tapizantes que reduzcan la erosión y, a la vez, dificulten la propagación del fuego.
El “anillo verde” como escudo protector
Una de las soluciones más eficaces es la creación de anillos verdes alrededor de los núcleos habitados. Estos cinturones ajardinados, diseñados con criterios técnicos, funcionan como zonas de baja combustibilidad que frenan el avance de las llamas:
- Anillo interno: a menos de 30 metros de las viviendas, se recomienda un espacio ajardinado con céspedes, plantas ornamentales de bajo riesgo y arbolado disperso.
- Anillo intermedio: entre 30 y 100 metros, se apuesta por árboles de sombra caducifolios, arbustos autóctonos y caminos o sendas que actúan como cortafuegos.
- Anillo externo: hasta 500 metros, se combinan especies forestales de crecimiento rápido, franjas de vegetación baja y áreas de aprovechamiento agrícola o ganadero, que limitan la continuidad del combustible.
Este modelo no solo protege frente a los incendios, sino que también aporta valor paisajístico, mejora la biodiversidad y contribuye al bienestar ciudadano.
La integración urbano-rural
La frontera entre la ciudad y el monte debe concebirse como un espacio de transición gestionada. Aquí, la jardinería juega un papel estratégico:
- Diseñar parques periurbanos que actúen como franjas de protección.
- Mantener áreas de uso recreativo con vegetación de bajo riesgo.
- Incluir caminos, huertos urbanos y zonas de esparcimiento que reduzcan la continuidad de la masa forestal.
Conclusión
El futuro de la jardinería pasa por asumir un rol activo en la prevención de riesgos. El diseño de jardines, parques y anillos verdes no es solo una cuestión estética, sino una estrategia de seguridad y resiliencia urbana frente a los incendios forestales. En un contexto de cambio climático y mayor presión sobre los entornos rurales, apostar por la jardinería defensiva es invertir en la protección de nuestras ciudades y en la calidad de vida de sus habitantes.