El gas radón en los centros de trabajo

Alberto Estévez Méndez
Responsable Oficina
Grupo Isonor Vigo

Es probable que si a cualquier persona le preguntásemos acerca de la radioactividad y le pidiésemos cualquier ejemplo nos hablaría de centrales nucleares o armas atómicas. Sin embargo, la radioactividad es un proceso natural que se da en diferentes elementos de la naturaleza y que, aunque se ha logrado reproducir con éxito en un entorno controlado, no sería incorrecto asegurar que estamos expuestos a ella en nuestra vida cotidiana. Los efectos para nuestra salud vendrán dados, como en muchos otros casos, por la concentración.  El gas radón ocupa sin duda un papel protagonista en este tipo de fenómenos al ser la fuente más importante de radiación ionizante natural a la que se expone la población.

Si bien los efectos perniciosos del gas radón se empezaron a estudiar allá por el siglo XVI cuando un grupo de científicos comenzaron a estudiar las causas de las enfermedades en mineros de la actual Alemania, no es hasta hace relativamente pocos años cuando se han realizado estudios rigurosos acerca de su influencia en la salud de las personas. 

En España, desde el pasado mes de septiembre de 2020 es de obligado cumplimiento la medida de gas radón en rehabilitaciones y en edificaciones de nueva construcción. En el ámbito laboral el Real Decreto 1029/2022 transpuso la Directiva europea 2013/59/Euratom, que fija un nivel de referencia de 300 Bq/m³ para locales con permanencia laboral prolongada. 

Sin entrar demasiado en explicaciones técnicas, podemos entender el radón como un gas noble, incoloro e inodoro de alta densidad y solubilidad moderada en agua. Aunque el gas en sí no interactúa químicamente (es inerte), sus productos de desintegración liberan partículas alfa de gran energía. Numerosos estudios epidemiológicos lo identifican como la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco, y la primera en no fumadores. Se estima que entre un 3% y un 14% de todos los cánceres de pulmón en el mundo son atribuibles al radón residencial. En Europa esta cifra ronda el 9%, y en España contribuye aproximadamente al 4% de las muertes por cáncer de pulmón.

El radón proveniente del suelo es el principal origen de su presencia en espacios cerrados. Emana naturalmente del terreno y penetra en los edificios por difusión y advección a través de grietas, poros y fisuras en los cimientos, losas y paredes de sótanos. Así, en construcciones con contacto directo al suelo (plantas bajas, semisótanos) las concentraciones pueden ser elevadas. En menor medida, el radón también puede liberarse desde materiales de construcción radiactivos.

Su acumulación depende de la ventilación y características del edificio. En general las concentraciones de radón disminuyen a medida que aumenta la altura sobre el suelo, aunque en ocasiones se han observado picos en plantas altas debido al “efecto chimenea” o a fuentes internas (materiales y agua). Los lugares de trabajo subterráneos o poco ventilados (por ejemplo, minas, túneles, sótanos industriales) son particularmente susceptibles. Sin renovación de aire, el radón se acumula hasta niveles peligrosos. Por ello, es esencial identificar las rutas de entrada al edificio (cámaras sanitarias, juntas de construcción o tuberías) y evaluar la ventilación de cada zona de permanencia.

Si nos ceñimos al ámbito laboral será necesario implementar medidas y acciones correctoras en los centros de trabajo, tal y como ocurre con cualquier otro agente contaminante:

  • Diagnóstico. El primer paso es medir la concentración de radón en el puesto de trabajo. Se utilizan detectores que recogen la exposición durante al menos tres meses continuos. Estas mediciones deben realizarse preferentemente en la temporada fría (menor ventilación natural) y dar una media anual representativa. El resultado se compara con los niveles de referencia nacionales (300 Bq/m³ para ocupación laboral prolongada en España).
  • Ventilación y presurización. Si se detectan niveles elevados, la medida más sencilla es aumentar la ventilación del espacio de trabajo. Incrementar el caudal de aire exterior o habilitar extracción mecánica reduce las concentraciones. Es importante evitar crear succión desde el suelo (que aumentaría la entrada de radón). En cambio, la despresurización del terreno bajo la losa o la cámara sanitaria (por ejemplo, mediante ventiladores que extraen aire subterráneo) desvía el gas. Asimismo, la ventilación de huecos intermedios (cámaras entre suelo y piso habitable) ayuda a barrerlo antes de que ingrese a la zona laboral.
  • Sellado y barreras. En nueva construcción o rehabilitación se instalan barreras impermeables (láminas de plástico o geosintéticos) bajo losas de hormigón para impedir la filtración de radón desde el terreno. También es útil sellar fisuras y juntas constructivas con mortero especial o masillas antiradón. En caso de emisiones elevadas a través del pavimento o muros bajos, se pueden aplicar revestimientos de protección radioactiva. Estas acciones estructurales se diseñan según la zona de riesgo (alta o media) asignada por los mapas oficiales de radón.
  • Rehabilitación y guías técnicas. Existen además guías especializadas (ej. “Guía de rehabilitación frente al radón”) que detallan procedimientos de diagnóstico y solución. Estas incluyen la realización de mediciones segmentadas por áreas, la identificación de los puntos críticos de entrada y la aplicación de soluciones tipo (despresurización, ventilación dirigida, barreras, drenajes subterráneos, etc.) a partir de estudios de caso reales. En todo caso, la estrategia correcta combina varias medidas adaptadas a cada edificio para garantizar que la dosis recibida por el personal se mantenga por debajo de los límites reglamentarios.

Para orientar las actuaciones preventivas se han elaborado mapas de potencial de radón basados en datos geológicos y mediciones ambientales. El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) desarrolló un mapa predictivo nacional que clasifica el territorio en zonas de bajo, medio o alto riesgo de radón según parámetros geológicos y emisiones gamma. Estas zonificaciones permiten identificar municipios prioritarios donde es urgente realizar mediciones y adoptar contramedidas. 

En resumen, el control del gas radón en el trabajo combina la monitorización de concentraciones, la aplicación de las mejores prácticas constructivas (barreras, drenajes, ventilación) y el cumplimiento estricto de la normativa vigente para proteger la salud de las personas.

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