Carlos de la Torre
arquitecto_
La ciudad, el territorio, el paisaje, lo urbano, lo rural… son categorías conocidas y manejadas por todos porque todos desarrollamos nuestras vidas, nuestras convivencia, nuestro ser y estar en el mundo, en estos entornos.
La economía crece y lo normal en cualquier persona, familia o sociedad es repetir los modelos de éxito del pasado, o buscarlos y añorar tiempos pasados. El pasado, por suerte o desgracia, no vuelve y hay que enfocar en el presente el futuro que queramos construir.
En un territorio más que construido, pues España hizo desde la democratización esfuerzos ingentes en dotarse de infraestructuras, carreteras, construcción de millones de viviendas, equipamientos públicos de todos los tipos, y donde va a haber una deuda pública cercana al PIB nacional durante los próximos años, parece que no es posible plantearse seriamente que la solución futura sea mucha construcción nueva otra vez.
Es verdad que siempre hay demandas que atender, mejoras que realizar, sueños por cumplir. Pero en una economía que debe desendeudarse, muy eficaz tiene que ser una economía para que produzca excedentes, que sea mejor dedicar a nuevas dotaciones, infraestructuras o edificaciones y no a pensiones, dependencia u otras necesidades de una sociedad envejecida que debe también rejuvenecerse.
Si este diagnóstico fuera compartido, que el peso de la construcción en el PIB, que es actualmente del 5% no debe crecer otra vez hasta el 10%, queda gestionar lo existente.
Lo existente es lo construido, el rico patrimonio construido con el esfuerzo de generaciones, nuestros colegios u hospitales, carreteras u edificios de viviendas, caminos, cascos históricos, etc.
Este patrimonio construido, se debe mantener o se debe dejar caer. Si consideramos, que de media, su durabilidad es de 100 años por un efecto normal de su envejecimiento, suponiendo que cada año se perdiera un 1% de valor, en 100 años si no se actuara, tendríamos un valor 0 del patrimonio construido pasados estos 100 años.
Por tanto sería necesario movilizar mejoras en el patrimonio de como mínimo el 1% del valor de todos los inmuebles, infraestructuras… para que su valor no se perdiera, o del 1,1% anual para que se tuviera una mínima mejora del patrimonio construido.
El retorno en miles de puestos de trabajo, dinamización de la pequeña empresa y de la competitividad en la ciudad para que haya más viviendas actualizadas, más oferta, mejora de los espacios de vida de las personas y como consecuencia de ello menos tensiones de precios, que van a subir de alquileres, viviendas, locales, etc., es ganancia segura para todos.
Desde el punto de vista económico, la recuperación vía impuestos de todo lo que se dedique a este sector, pues la actividad económica cuando crece aunque sea al 1%, produce por un efecto multiplicador que se recauden en mucho mayor porcentaje que el crecimiento del PIB. Ya está ocurriendo actualmente con recaudación record de impuestos en la historia de España. Por tanto ningún temor en las Administraciones a mayores ayudas para la rehabilitación.
El planeamiento urbanístico, el tiempo de concesión de licencias, las trabas a la actividad deberían reducirse y la actuación debería hacerse con calidad para lo cual debería exigirse que los que tienen el conocimiento lideren estas actuaciones.
Sin conocimiento del sector, donde los arquitectos son pieza clave pues son los que tienen la formación adecuada para este trabajo, podríamos repetir otro elemento del pasado que todos denostamos, que es la mala calidad de la construcción, la falta de garantías o la falta de seguridad y durabilidad de las actuaciones realizadas.