jardinería
El cerezo, muy apreciado en Japón por sus flores
El cerezo es un árbol frutal y, en casos, simplemente ornamental, conocido sobradamente desde hace unos 2000 años que fue cuando los romanos lo introdujeron con la conquista de la Península, le daban el nombre de cerasus por haberlo encontrado en la colonia griega de Kerasos situada en las orillas del Mar Negro. Se engloba en el género Prunus que es como conocían los griegos al ciruelo, nombre que también adoptaron los romanos y, junto con el cerezo y el ciruelo, pertenecen a este género el almendro, el melocotonero, el albaricoquero, o el laurel real.
Los cerezos que cultivamos en nuestra zona son derivados de dos especies, por un lado el Prunus cerasus L, que es un árbol que raramente alcanza los 10 metros de altura, conocido como cerezo ácido o guindo, y bastante raro en las Rías Baixas, y por otro el Prunus avium L, o cerezo dulce, del que provienen las cerezas que comemos habitualmente. El término latino “avium” significa errático, sitio salvaje, pero hay autores que no dudan en afirmar que Linneo pensaba más en “avis” por las aves que comen sus frutas, y no hay más que ver las panzadas que se meten los mirlos. Este es un árbol caducifolio de gran talla pues puede llegar a los 30 metros de altura, su floración, que se produce antes de la salida de la hoja, es espectacular, gozando de gran fama la cereza de la parroquia viguesa de Beade, aunque a nivel nacional se lleva la palma la comarca extremeña del Valle del Jerte, a donde se organizan excursiones para admirar el evento y, según parece, hasta es difícil encontrar sitio para pernoctar ante tanta demanda por un lado y la poca duración de la floración por otro, pues son solo 10 días generalmente entre finales de marzo y principios de abril.
No hay país en el mundo que tenga más devoción por los cerezos que Japón, y no deja de ser curioso porque la flor nacional es el crisantemo y, por si fuera poco, lo que aprecian es la floración por encima del fruto. Tanto al cerezo como a la flor le dan el mismo nombre, sakura y en las escasas dos semanas que dura la floración y la caída de los pétalos, organizan una fiesta conocida como hanami, de hana: flor y miru: observar, reuniéndose tanto grupos de amigos, como familiares, o compañeros de empresa, que invaden parques y jardines, despliegan manteles y los llenan con comida y bebida, disfrutando del día, del pic-nic, y del espectáculo floral, al llegar la noche la fiesta continúa y cambia el nombre, yozakura, o sakura de noche, colgándose infinidad de farolillos de los cerezos, terminando la fiesta mejor o peor según la cantidad de sake consumida.
El inicio de esta costumbre se sitúa en el periodo Nara, siglo VIII, si bien el árbol admirado en aquella época era el ciruelo, en el periodo Heian siglos VIII- XII, la aristocracia empieza con la contemplación de los cerezos y, finalmente, en el periodo Edo, siglos XVII-XIX, alcanza a los samurái y el pueblo llano, en esta época el shogun Tokugawa manda plantar infinidad de cerezos, que simbolizan lo efímero de la vida y la belleza. Quien se juega su credibilidad es el Servicio Meteorológico japonés, pues no solo ha de acertar la época exacta de floración si no que debe ajustarse a la zona geográfica.
Como decíamos, en Japón se cultivan los cerezos por la flor, son especies que raramente fructifican y, cuando lo hacen, su fruto carece de valor. Pese a la gran cantidad de variedades que se cultivan del sakura, básicamente son derivadas de solo dos especies, El prunus serrulata y el Prunus subhirtella.
El Prunus serrulata Lindl, conocido como cerezo japonés, es un árbol caducifolio que puede alcanzar los 15 metros pero raramente supera los 9 metros, las hojas son aovadas y tienen el borde aserrado, de ahí el nombre específico de serrulata, las flores son de color blanco o rosa. Originario de Japón, China y Corea, actualmente es plantado en jardines de todo el mundo, por ser muy rústico, aguantando incluso temperaturas bajo cero. Tiene múltiples variedades como Amanogawa, Kiku-shidare, Shirotae, Shirofugen..., pero el más conocido es el Kanzán o Kwanzan, que carga infinidad de racimos de flores dobles de color rosa, de tal manera que cuando caen los pétalos dejan un tapiz en el suelo digno de las alfombras del Corpus en Ponteareas.
El Prunus subhirtella Miq, conocido como cerezo de primavera, pero sumamente precoz pues, con temperaturas cálidas puede florecer en pleno invierno. Su nombre específico, subhirtella significa poco peludo, por las vellosidades que presentan bajo las hojas. Por tamaño son árboles pequeños o arbustos, de flores blancas o rosadas. Entre las variedades más conocidas se encuentran el Accolade, el Autumnalis rosea, y entre los péndulas, el Weeping Higan Cherry, o cerezo llorón de Higan. Hay dos ejemplares de péndula delante del Pazo Quiñones de León.