de viaje como viajeros
NY, La ciudad
Decir ciudad, la ciudad, es decir Manhattan, la gran manzana, es decir New York, es decir la capital del mundo, libertad, tolerancia, mezcla, luz, cultura, sencillez, espacio, el éxtasis urbano.
Manhattan es la isla urbana mas importante de nuestro mundo, un gran falo apuntando a la estatua de la libertad, coronado por Wall street, Chinatown, Little Italy, el Village, Tribeca y el Soho, con sus raíces en Harlem, su corazón en Central Park, con la 5ª avenida como nervio central (7 km.), atravesado por Broadway que la cruza, surcando atrevidamente su cuadricula, recordándole su pasado de camino indio que cruzaba la isla, rodeado por el Hudson y el East river, con sus soportes en tierra firme anclado en Brooklyn y en New Jersey, a través de puentes tan emblemáticos como los de Queensboro y Brooklyn (1883), una escultura, un monumento al urbanismo, al sentido común, un mundo que hay que vivirlo, con museos como el Metropolitan, el MOMA, Guggenheim, el museo de Historia Natural y el Witney, entre otros, infinidad de teatros alrededor de Times Square y Broadway, las mas lujosas tiendas en Park Avenue, Madison y la 5ª, el encanto comercial del Soho y la noche de su skay line, un regalo para el espíritu y un monumento al talento del ser humano.
Por si lo indicado fuera poco, en New York, salvo comer bien, todo resulta sencillo, desde la llegada al JFK con sus 9 terminales (ir entre mayo y octubre), hasta hacerse con la ciudad en muy pocas horas, el metro o entenderse en español en cualquier lugar, todo son facilidades.
Como NY hay que vivirla, no queda mas remedio que andar, andar hasta el agotamiento, apoyándose, eso si, en el metro para las distancias largas, en taxi, en bicicleta (la ciudad es absolutamente horizontal), en los autobuses panorámicos, en los recorridos en helicóptero para vivir la ciudad en otra dimensión, en barco por su perímetro, en coche de caballos en Central Park o en limusina para integrarse en mayor medida en el glamour americano de la city.
La isla, salvo el glande de su gran falo, donde curiosamente se asientan el corazón económico y el corazón golfo de la ciudad, con calles entrelazadas, está rodeada perimetralmente por el Drive al este y el West en el oeste, atravesada longitudinalmente en su parte central por once avenidas además de Lexington, Park Avenue y Madison entre la 3ª y 5ª, cruzadas todas ellas de forma transversal por 220 calles en perfectas cuadriculas de entre 200 y 250 x 60, iniciándose Central Park en la calle 59 y finalizando en la 110, entre la 5ª y la 8ª avenida, con un ancho de 800 metros, una longitud de unos 4 km. y mas de 26.000 arboles.
Hoteles como el Carlyle, el Mark, el Lowell, el Sherry-Netherland, el Pierre, el Ritz, el Waldorf Astoria, etc. galerías de arte, las misas gospel en Harlem (ahora seguro) los domingos, la alta cocina de Alain Duchase del Aquavit, de Jean George, de Lespinasse, Le Bernardin, Daniel Boulud, Oak Room, AZ, Aix, Patria, Petrosian, etc. los supermercados para gourmets, lo absolutamente último en moda, en decoración, en galerías de arte, casas de subastas, en comercios especializados en todo tipo de objetos y motivos, etc. Sencillamente, si no lo encuentra, no existe.
Si el mundo del comercio es subyugante, la vida en las aceras es absolutamente bulliciosa, creativa y rica en todo tipo de experiencias, algo comparable a la pasión por el deporte, ya sea el baseball, el baloncesto o la práctica personal diaria por las calles de la city, bien corriendo, como tocando cualquier instrumento musical, ante la absoluta tolerancia de la mas variopinta ciudadanía, el espectáculo garantizado. Nueva York es LA CIUDAD.
Frente a Manhattan, la isla de la libertad, con su famoso monumento, nada especialmente interesante actualmente, aunque muy próximo a la isla de Ellis, por donde pasaron la mayor parte de los 17 millones de inmigrantes que llegaron desde Europa a Nueva York entre 1892 y 1954, con su interesantísimo museo de la inmigración.
Nueva York, y concretamente Manhattan, flanqueado por Broadway y New Jersey, no solo es la capital del mundo en casi todos los sentidos, sino que al formar un eje con Washington, en el que se encuentran Philadelfia y Baltimore a escasas distancias, le convierte en un área urbana permanente de difícil equiparación con cualquier otra.
Por otra parte, lo que resulta verdaderamente sorprendente es la viveza de su corta historia, ya que la isla, en 1625, no era otra cosa que unos terrenos semi montañosos, sin edificación alguna, donde cazaban los indios, siendo así que los holandeses, en 1626 les compran la isla (8.000 hectáreas) por una cantidad de 60 florines, que en lugar de pagar, compensan con un puñado de piezas de tela, pequeñas piezas de vidrio y adornos de colores, pasando a llamarle Nueva Ámsterdam y asentándose en Harlem, la zona mas elevada. Desde allí, un camino atravesaba longitudinalmente la isla (la actual Broadway), hasta un muro (the wall) que construyeron en el otro extremo (la actual wall street), en las inmediaciones del encuentro entre el Hudson y el east river, la actual zona cero. Finalmente serían los ingleses quienes se hiciesen con Manhattan, cambiando el nombre de la ciudad por la de Nueva York.
Desde la construcción del Flatiron Building hasta nuestros días, Nueva York se ha convertido en el mayor centro de experimentación arquitectónica mundial.
El primer paso se dio en 1902. Ese año los neoyorquinos asistieron entre escépticos y admirados, al nacimiento de uno de esos edificios que no deben faltar en las postales que uno se lleva a casa cuando visita Nueva York. Con sus formas imposibles, estilizadas y clásicas, como una reinterpretación del Renacimiento italiano, el Flatiron Building (87 metros) se convirtió en el primer rascacielos de la ciudad (y del mundo). La “plancha” diseñada por el arquitecto Daniel Burhham, inauguró un nuevo concepto del espacio urbano: hacia arriba, cada vez mas alto, cada vez más grande. Arquitectos, magnates y emporios comerciales se pusieron de acuerdo para batir el récord de altura, ya no sólo en Nueva York, sino en el resto del planeta. Sin ir más lejos, en la vecina New Jersey, al otro lado del río Hudson, convertida en un espejo donde se reflejan los rascacielos de Manhattan.
Año tras año se superaron nuevos retos. En 1908, se llegaba a los 200 metros de la Singer Tower. En 1913 Woolworth Building alcanzó los 241 metros. La barrera de los 300 metros (los de la Torre Eiffel, el edificio más alto del mundo hasta ese momento) fue superada, en 1930, por esa maravilla estética que es el Chrysler Building, diseñado por William Van Alen y pagado por el magnate de la industria automovilística Walter Chrysler. Cuando se creía haber llegado al éxtasis, en 1931 apareció en escena el auténtico coloso del skyline neoyorkino: el Empire State Building (381 m), soberano que reina en solitario desde que un aciago día de septiembre de 2001 un ataque terrorista borrara del paisaje las prodigiosas Torres Gemelas, con sus 417 metros de altura. Las 121 plantas del Empire son hoy la referencia para conseguir situarse en el dédalo de calles de Midtown y de buena parte de Manhattan.
Sobre el horizonte de Manhattan se recortan colosos tan reconocibles como GE Building, que preside el Rockefeller Center, construido en 1933 y cuyas estilizadas líneas contrastan con la neogótica Catedral de San Patricio, al otro lado de la 5th Av., la Metropolitan Life Tower, que imita en su forma al campanario doble de la Plaza de San Marcos de Venecia, o el Seagram Building, obra de Mies van del Rohe, cuya construcción finalizo en 1948.
Buenos ejemplos de ello, son la sede de las Naciones Unidas, ONU, acometida por un equipo de arquitectos encabezados por Le Corbusier y rematada en 1950, el MetLife Building, diseñado por el estudio de Emery Roth e hijos.
En 1984 Philip Jonson, presentó su candidatura para la posteridad, en forma de un proyecto que influiría notablemente en los rascacielos que se han construido desde entonces. Su AT&T Building, rebautizado como Sony Building, se ha convertido en un símbolo de la arquitectura postmoderna. Desde entonces, a la búsqueda de la luminosidad y la humanidad de los espacios se ha sumado la creación de formas alegóricas, casi imposibles, en ocasiones, en claro desafío a las leyes de la Física. El resultado son grandes edificios elegantes y originales, con ejemplos como el Lipstic creado por Philip Johnson, que recuerda a una barra de labios, su vecino Citycorp Center, diseñado por el estudio Stubis, corta el aire con un estilizado remate triangular; o la etérea Louis Vuitton Tower, firmada por The Hillier Group en 1996, y no olvidemos el brillante Condé Nast Building, que ha venido a transformar el paisaje de Times Square, y que es obra de Fox & Fowle. Entre los recién llegados figuran algunos “vecinos” de este último: W. Times Square, del estudio y sede de uno de los últimos y más lujosos hoteles de la ciudad; y 5 Times Square Building, terminado ese mismo año, concebido por el estudio Kohn Pederson Fox Associates y muy conocido por cuantos se acercan al centro de Nueva York en metro, pues sus entrañas albergan la estación Times Square.
Entre los últimos colosos, citaremos, finalmente, AOL Time Warner Center, en Columbus Circle, diseñado por Skidmore, Owings & Merrill. Pero otros proyectos están ya en marcha. Al fin y al cabo, si Nueva York es tal y como la conocemos es por ese constante desafío al cielo que tanto envidiarían los babilonios.
Se calcula que sumando las alturas de todos los edificios de más de diez plantas que existen en la ciudad se llega a la cifra de 500 Km.
Entre las líneas generales de este espacio de futuro, en el que todavía queda mucha ciudad por hacer, destaca sin duda, la llamada Freetower, o Torre de la Libertad, que alcanzará los 540 m. de altura (1776 pies, cifra que recuerda el año de la Declaración de Independencia de Estados Unidos). Se trata de un armónico rascacielos de acero y vidrio que conseguirá que Nueva York vuelva a ostentar el récord de altura en edificios. Entre sus particularidades, vale la pena citar que un 20 por ciento de la energía que consuma estará producida por la proa torre a través de la energía eólica y otras fuentes renovables.
En cuanto al proyecto de Calatrava para el nuevo intercambiador de transportes del World Trade Center, Michael Bloomberg, alcalde de la ciudad, lo ha definido como “un edificio que parece alzar el vuelo”. Se trata de un espacio en el que confluirán estaciones de metro, trenes y autobuses, coronado por un techo de cristal de cerca de 50 metros de altura. El conjunto se sustenta por arcos de hierro y acero, que cada 11 de septiembre se desplegarán como un homenaje mecánico.
Como muestra mas pormenorizada de su impresionante arquitectura-ingeniería, vamos a adentarnos un poco en algunos detalles de dos de los emblemas mas importantes de Nueva York, el Empire State Building y el puente de Brooklyn.
El Empire State Building
“El tiempo de paz más parecido a una guerra”, así describió Col. W. A. Starrett, el proceso de construcción de un rascacielos. Ciertamente Starret podía hablar con conocimiento de causa, pues, cuando en 1928 hizo este comentario, su empresa, Starrett Brothers and Eken, estaba lista para embarcarse en el mayor reto hasta la fecha: la construcción del Empire State, que fue el edificio más alto del mundo durante cuarenta años, tras acabarse en 1931. Se construyó en un tiempo record y según presupuesto, a pesar de la dificultad de la construcción y situación económica del momento.
Se trata de verdaderas ciudades verticales en las que viven y trabajan miles de personas, construidas en zonas urbanas restringidas. Este éxito se debió a innovaciones en el campo del diseño de componentes y de la logística, que todavía son modelo para la industria de la construcción. Las cantinas provisionales que se instalaron en los pisos intermedios daban de comer a los trabajadores sin que tuviesen que perder tiempo esperando los ascensores; y el diseño de los componentes permitió que todas las unidades exteriores de revestimiento se pudiesen instalar y sellar desde el interior.
En 1931, año en que se terminó, el Empire State (apodo que recibía el estado de Nueva York) era el edificio más alto del mundo y sobrepasaba en 61 m al Chrysler Building, un edificio recién construido también en Nueva York, apoteosis del “art deco”, tan en boga en aquel momento. Durante más de cuarenta años, conservó el Empire esta categoría, hasta que, en 1973 fue sobrepasado por las torres del World Trade Center, de todos conocidas, también en Nueva York. Posteriormente, en 1973, fue superado por la torre Sears, en Chicago, y desde 1996, por las torres Petronas, en Kuala Lumpur.
Su finalización tuvo lugar solamente 20 meses desde que se empezó el diseño. Se completó antes de la fecha fijada y con 4 millones de dólares por debajo del presupuesto (incluido el terreno). El proyecto fue idea de John Raskob, posteriormente director de General Motors.
El objetivo de este augusto grupo era el de construir el edificio más alto del mundo, lo que consiguieron a pesar de las dificultades que supuso erigir un edificio de oficinas en el centro de la ciudad –en la Quinta Avenida, entre la calle 33 y la 34–, y en el período de la Gran Depresión, con todas las consecuencias que tuvo en la economía del país.
Se suele decir que el edificio tiene 102 plantas, aunque sólo 85 son de oficinas. El mástil, de 61 m de metal y cristal, cuya función original era la de amarrar aeronaves, añade al edificio el equivalente a 17 plantas. Con los dos subsótanos, la altura total sin contar el mástil, es de 381,6 m y el edificio cuenta en total con 189.000 m2 de superficie alquilable. Los trabajadores colocaron 10 millones de ladrillos, instalaron 6.400 ventanas, pusieron 1.886 Km. de cables para los ascensores y 5.663 m3 de piedra. El típico adelgazamiento de perfil se debe a la normativa de Nueva York, cuyo objetivo era que la luz y el aire llegaran a las calles. (La ley estipulaba que si se hacían las recesiones en las plantas adecuadas, se podía construir una torre de altura ilimitada sobre el 25 por ciento de la superficie). Su fama, sin embargo, no supuso un éxito económico; de hecho, tuvieron que transcurrir 20 años para que estuviese ocupado del todo.
Los primeros pilares se colocaron el 7 de abril de 1930. Seis meses más tarde, la estructura de metal alcanzaba el piso 86- se había construido a un ritmo de planta por día-. Se hizo una cuidadosa planificación de la utilización de los recursos humanos y de material. Los contratistas adoptaron lo que entonces se consideraba una técnica vanguardista y que consistía en empezar a construir antes de terminar por completo el proyecto del edificio.
En el Empire State, el muro cortina está formado por una pared de ladrillo revestida de piedra caliza, marcos de ventanas, tímpanos decorativos de aluminio y tiras verticales de acero inoxidable que cubren las juntas entre los estribos y los tímpanos. Todos los componentes del muro cortina se instalaron desde el interior que, a su vez, ayudó a que el proceso de construcción resultara todavía más eficaz. Requería una considerable cooperación y coordinación entre el contratista, el arquitecto, el ingeniero de estructuras, los fabricantes de acero y el constructor, además de una planificación exacta por parte de Starret Brothers and Eken.
Para reducir el número de trayectos en ascensor realizados por los trabajadores hasta la planta baja (llegaron a ser hasta 3.500 en el momento cumbre de la edificación), durante la construcción de la estructura de acero se instalaron cafeterías en distintas plantas. Algunos de los problemas concretos fueron el transporte, el almacenamiento y la manipulación de los materiales que transportaban hasta la obra unos 500 camiones diarios, en el período de mayor volumen de trabajo. El hormigón se fabricaba en una planta de la obra y así se evitaban retrasos. Las jácenas de acero llegaban desde Pittsburg unas horas después de haberse enfriado y casi inmediatamente se colocaban y se remachaban. En todos los niveles de la construcción, los materiales se distribuían horizontalmente con gran rapidez, utilizando un ingenioso sistema de vías de ferrocarril de gálibo estrecho con vagones que funcionaban a mano.
Gracias a sus innovaciones en cuestiones de organización, el edificio se terminó de construir en un tiempo récord, el 11 de abril de 1931. Su anunciadísima inauguración tuvo lugar el 1 de mayo de ese mismo año.
Desde su papel protagonista en King Kong, en 1933, hasta hoy ha aparecido en más de 100 películas.
Principales datos técnicos
- Altura 381,6 m (hasta el observatorio del piso 102)
- Peso 331.000 t
- Materiales aluminio, ladrillo, piedra caliza y acero
- Cantidad de ladrillos 10 millones
- Ascensores 67
- Escalones 1.860
- Ventanas 6.400
- Trabajadores 3.500
- Coste (sólo edificio) 24.718.000 dólares
El puente de Brooklyn
Construido por los Roebling, padre e hijo. John Roebling, estudió ingeniería, arquitectura y filosofía en Berlín, pero al llegar a América, estableció una comunidad agrícola. Al darse cuenta de las limitaciones frugales de su vida, volvió a la ingeniería, produciendo el primer cable forjado en América.
La idea de construir un puente entre Nueva York y Brooklyn se había sugerido en diversas ocasiones. El East River era un río de aguas turbulentas con mucho tráfico fluvial, de manera que el puente debería tener la suficiente altura para permitir el paso del mástil de las embarcaciones. La justificación económica del proyecto quedó bien clara en el invierno de 1866-1867, cuando el río se heló y hubo que suspender la salida de todos los ferries.
La propuesta de Roebling consistía en un puente colgante con una luz central de 486 m, un 50 por ciento más grande que la del puente de Cincinnati –el más largo construido hasta ese momento–. A su padre se le debe que demostrase la viabilidad de proyecto; sin embargo, los detalles y su construcción fueron obra de Washington Roebling.
El hundimiento de los cajones de aire comprimido y la excavación de los cimientos de las torres de 82 m, que son los soportes del puente, fueron en sí mismas unas tareas tan heroicas y de tal dimensión que todavía resulta difícil apreciarlas. Los cajones eran inmensas cajas herméticas construidas en madera y hierro, abiertas por la parte inferior, de manera que los trabajadores pudiesen excavar en el lecho del río. Al introducirse aire en los cajones, el espacio interior quedaba presurizado y el agua no penetraba; los trabajadores entraban y salían del cajón a través de una cámara de cierre hermético. La obra de mampostería iba avanzando a la vez que se construían pozos para sacar los materiales excavados e introducir los componentes del hormigón, que al final, llenarían el cajón y formarían los cimientos de las torres de granito.
Más de 2.500 personas trabajaron durante más de 2 años en el hundimiento de los 2 grupos de cimientos. Exhausto y enfermo, Roebling se retiró a su casa de Brooklyn Heights. Su esposa Emily se convirtió en intérprete y emisaria, y sólo unos pocos de sus ayudantes tenían contacto con él. A pesar de ello, Roebling dirigió toda la construcción del puente con absoluto detalle, y observó los progresos con un telescopio instalado en su dormitorio. Su puente fue el primero colgante de mundo con cables de acero e introdujo una serie de detalles y técnicas que se convertirían en soluciones comunes para puentes futuros. Entre estas soluciones, una de las principales fue el sistema para trenzar y anclar los cuatro grandes cables portantes. Cada uno de ellos contenía 5.282 alambres de acero galvanizado unidos en 19 torones, que formaban un cable de 40 cm de grosor. Además de estos grandes cables portantes, una serie de “cuerdas” de acero radiadas desde las torres anticipaban la tecnología de los puentes contemporáneos sostenidos por cables.
El puente se inauguró el 24 de mayo de 1883, cuando lo cruzaron más de 150.000 personas y 1.500 vehículos. Ese día cerraron escuelas y comercios. Hoy tiene seis carriles para el tráfico y las cerchas exteriores se han agrandado y reformado con la adición de un nivel superior. Se han remplazado los cables colgantes y los de soporte, pero a pesar de todo, el puente sigue en esencia como los Roebling lo concibieron.
New York, New York……