Promotor inmobiliario de vocación
Gabriel Rodríguez Calvo
arquitecto_
Cuando de niños nos preguntan qué queremos ser de mayor, casi nadie responde que sueña con dedicarse a la promoción inmobiliaria. Las respuestas suelen incluir el deporte de élite, las artes (cantante, dibujante o actriz) o cualquier otro camino que conduzca a la fama y la televisión. Oficios, en mayor o menor medida, vocacionales; de los que "salen de dentro".
¿Qué hace que un oficio sea "vocacional"? Algunos dicen que el contacto constante con la disciplina a la que se refiera. Entrenar todas las semanas o pertenecer a un equipo te hace soñar con ser deportista de élite; si dibujas, pintas o esculpes plastilina desde que tienes uso de razón, tu pasión por las artes te llevará por ese camino; o si ves que hay alguien que resuelve problemas tan importantes como los de la salud, puede que quieras ser médico.
¿Y no vivimos en una casa, trabajamos en una oficina y nos entretenemos en locales de ocio y restauración? El entorno construido es parte de nuestro día a día y, sin embargo, no se suele oír "mamá, quiero hacerme promotor".
¿Qué hace falta para que alguien quiera dedicar su tiempo y sus ganas al sector inmobiliario?
Por un lado, ser conscientes de lo que puede aportar a su barrio o su ciudad. Sea como sea, el desarrollo de las ciudades está en manos de la iniciativa privada. Entenderlo ayudaría a muchos a ver la oportunidad que supone de mejorar su ciudad. Reconocer la "utilidad pública" del desarrollo inmobiliario parece una tarea pendiente.
Opinión: el primer paso.
Vamos a imaginar por un momento a un periodista en televisión preguntando a pie de calle por el papel de una empresa promotora. La respuesta ideal alaba su importancia para proporcionar viviendas a la gente que quiere vivir en tal o cual barrio. La respuesta soñada habla además de una industria que trabaja por una ciudad mejor y más sostenible.
Siendo realistas, nuestro reportero imaginado recibe respuestas que van desde el "no sé" a caras de disgusto por las obras en la parcela de al lado, pasando por los fantasmas de corruptelas y especulación que el sector no se quita de encima. Tenemos deberes por hacer.
¿Y si empezásemos por listar los "superpoderes" del promotor para los niños? Podría ser algo así:
- Construir el futuro: Marcar el rumbo de la ciudad en la que quiere vivir, la que quiere para sus hijos y sus nietos.
- Cuidar de tu ciudad: y de todas las que quieras, apostando por zonas olvidadas, poniéndolas al día y haciéndolas más sostenibles.
- Crear las mejores casas: las casas con las que tus amigos y vecinos sueñan para ellos y sus familias.
Otra manera, como hacen industrias como la banca o la automoción, es recordar día a día a las personas a tu alrededor lo que la industria está haciendo, todo lo que está haciendo bien; hablar de lo que le importa a la gente: una vivienda sana y de calidad, un futuro sostenible y una ciudad apetecible.
En el entorno de los negocios, existen varias formas de aproximarse. Por un lado, llevarlo a foros de economía y empresa, más allá de los propios del sector. Por otro lado, acercándose a las escuelas de negocios, hacer ver a los estudiantes la posibilidad cuando están a punto de escoger su camino. O, como sucede en Reino Unido, abrir la escuela de promotores del Developers Collective. Un caso semejante a que Aproin o sus homólogos fundase una escuela para formar a sus profesionales del futuro, reafirmando las bases de un sector cada vez más profesionalizado.
Queda camino por recorrer, empezando por contar, por hacer saber todo lo que la industria hace bien. ¿Hasta dónde? Hasta que veamos niños y niñas que elijan salvar la ciudad siendo promotores inmobiliarios.