La ciudad como soporte de comunicación
Juan B. Pons Herrera
arquitecto_ estudio gandara#pons
El 13 de julio de 1923, en la ladera sur del monte Lee, se instaló un conjunto de caracteres tipográficos de grandes dimensiones que pasaría a la historia como símbolo de una ciudad y de toda una industria. Las letras blancas recortaban por contraste el fondo natural, publicitando el nombre de una urbanización que se estaba erigiendo en sus inmediaciones, su objeto respondía a una campaña de marketing para promocionarla; más tarde quedaría reducido tras eliminarse el “land” final para dar paso al actual HOLLYWOOD. Lo que en un principio fue un elemento de publicidad local pasó, con el tiempo, a convertirse en una marca, un icono reconocido en el mundo entero. El cartel domina el valle, se posiciona en función del observador, del target; y como cualquier valla publicitaria tradicional se despliega y orienta en función de un espectador situado a ras de suelo, se eleva sobre su base para aumentar la distancia de percepción, e incluso busca posiciones altas en el territorio para generar un mayor número de impactos.
En la actualidad nos encontramos ante un nuevo escenario producido por una revolución tecnológica de proporciones globales y alcance total; los nuevo avances técnicos están produciendo una transformación equivalente a la que produjo el tubo de rayos catódicos en su día. Cuando ya hemos asumido como natural sentarnos a ver un electrodoméstico, la televisión, aparecen nuevos gadgets que multiplican el número de posibilidades. De esta manera, el observador ha pasado de una postura definida por su fisiología a interaccionar con dispositivos que son una extensión de sus sentidos e implican una nueva percepción de su entorno. Tecnologías como la realidad aumentada, las ortofotografías y mapas interactivos o drones están modificando el modo en que nos relacionamos con el medio que nos rodea y la percepción que tenemos del mismo.
En definitiva, lo que Le Corbusier denominó la quinta fachada (la cubierta) cobra protagonismo. Con el auge de los sistemas de navegación que, mediante dispositivos móviles, muestran fotografías aéreas como fondo base para la orientación, el conocimiento del entorno se ha ampliado. Esto conlleva que un gran número de personas tenga una percepción ortogonal de la realidad a través de sus pantallas; la visión cenital ha entrado en juego y las nuevas propuestas urbanas tienen que dar respuesta a esta nueva situación.
Este cambio en el modo de relación implica una modificación en la forma en que se comunica. Así, en las recientes protestas por la muerte de George Floyd en Minneapolis, o anteriormente en el Zócalo de México en contra de los continuos feminicidios en el país, los manifestantes pintaron en el suelo de calles y plazas textos de grandes dimensiones referentes a sus peticiones, en Washington lemas esgrimidos por los manifestantes y en el caso mexicano una lista de nombres de mujeres asesinadas. La protesta toma dimensión de arte, incluso landart, para potenciar la transmisión de la idea en pos de un fin concreto: la denuncia. La manifestación tiene una relación evidente con la forma que adopta, a la vez que consigue una identificación entre el mensaje y el medio; simbólicamente pretende elevar su grito a toda la humanidad, que se lea desde el cielo, con la connotación mística que esto trae.
En la actualidad asistimos a una pugna entre ciudades donde la comunicación es el hecho diferencial, se trata de una carrera donde el trofeo es el capital en sus distintas formas: atracción de inversiones y turismo. En esta competición intrínseca a una sociedad mercantilista, la manera en la que se muestran al público las virtudes de una urbe, o parte de ella, tiene una importancia vital y debe adaptarse a los modos de expresión y difusión contemporáneos. En la ciudad de Vigo, el programa de mejora de las medianeras vistas con murales, la proliferación de iluminación navideña o anteriormente el "Vigo se escribe con M de Madrid" se inscriben dentro de campañas que buscan promocionar la ciudad y conseguir un beneficio económico para sus habitantes, entre otros fines.
El fenómeno urbano es un acontecimiento relacional, la formalización material es una consecuencia de la interacción humana, por lo que se puede entender la ciudad como un acto comunicativo. Todo lo que acontece en una urbe pasa a formar parte de ella, no solo en un plano físico, también, y sobre todo, en la impronta que sobre el imaginario colectivo de Edgar Morin, causan las acciones que alberga. Se puede deducir que el soporte se ve transformado por los mensajes que difunde, la imagen de la ciudad cambia en función de los actos comunicativos que acoge.
“Ciudad es ante todo plaza, ágora, discusión, elocuencia. De hecho, no necesita tener casas, la ciudad; las fachadas bastan. Las ciudades clásicas están basadas en un instinto opuesto al doméstico. La gente construye la casa para vivir en ella y la gente funda la ciudad para salir de la casa y encontrarse con otros que también han salido de la suya.” (José Ortega y Gasset).
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