Un desierto inmobiliario (que florecerá)
El desierto de Atacama, en Chile, es el más seco del mundo. Cuando estás allí jurarías que es imposible que crezca nada. Hasta que llueve, cada muchos años, y el desierto de repente florece y el espectáculo es inaudito, increíble. Jamás pensarías que algo así podría llegar a suceder. Tuve la inmensa suerte de vivirlo en primera persona hace ya muchos años y siento que estoy viviendo ahora algo similar. El mercado inmobiliario se ha secado, de golpe y vemos un paisaje desolador y pensamos cómo acabará. Tras el tsunami sanitario llegará el tsunami económico y obviamente llegará al sector inmobiliario.
Tras un primer trimestre, visto ahora, muy bueno, el segundo cuarto del año presentará unas cifras pavorosas para cualquier métrica relacionada con el inmobiliario: número de compraventas, hipotecas concedidas, viviendas nuevas entregadas y precios. Es probable que los datos comiencen a ser mejores en verano -cualquier dato a futuro comparado con el IIQ será positivo- y podríamos cerrar 2020 con algún dato que invite tímidamente al optimismo, aunque podemos dar 2020 por perdido y no volveremos a cifras positivas interanuales hasta 2021.
Pero en el corto plazo, cuando consigamos salir del confinamiento en el que nos encontramos, veremos un “subidón” de la demanda de alquiler, sobre todo. Miles de personas están descubriendo que la casa en la que viven no les gusta. Nada. Y al poder finalmente salir de esas casas buscarán otra cosa. Tras varios años en los que primaba la localización de la vivienda, creo que muchos inquilinos sacrificarán la zona por otras características: más espacio, más luz, un exterior, altura, vistas…. Además, esta demanda se encontrará con una oferta mayor que al inicio de la pandemia: al embolsamiento de viviendas que siguen en el mercado porque no han podido ser alquiladas se suman algunas procedentes del alquiler vacacional que temporalmente, con la LAU en la mano, migrarán al alquiler por temporadas. Posiblemente los precios se ajusten, pero a la demanda habitual se sumará la que provoque la migración a las grandes ciudades de miles de personas en búsqueda de un nuevo empleo, tras la pérdida de su puesto de trabajo en su ciudad de origen, lo que a medio plazo podría volver a tensionar los precios al alza.
La obra nueva también se está viendo afectada y es posible que terminemos el año con un entorno de menos del 50 % de viviendas entregadas que en 2019, un año en el que las nuevas casas ya fueron insuficientes para satisfacer la demanda creciente. Actualmente estamos viendo dos escenarios en las promotoras: aquellas cuyas obras estaban avanzadas y se han parado están ofreciendo moratorias de dos meses en el pago a sus clientes. Por el contrario, aquellas promociones que se comercializaban sobre plano van a sufrir anulaciones y es posible que el proceso de construcción de las mismas se vea afectado.
Parecida situación viviremos en el número de compraventas de viviendas, que desde el entorno de 450.000 que se vendieron durante 2019 caerá a plomo el dato para 2020, no solo por la ausencia obligada de operaciones sino por la retirada del comprador extranjero, que representaba un porcentaje relevante. Como dato positivo, en 2021 podría mejorar, y mucho, el dato de compraventas tanto de nacionales como de extranjeros.
A pesar de que todas las noticias que recibimos muestran un escenario negativo, lo cierto es que son miles los usuarios que están aprovechando las herramientas que ofrecemos en idealista para buscar y favoritear las viviendas a las que mudarse cuando termine la cuarentena. Aunque en estos momentos es imposible visitar físicamente ningún piso, en idealista es ya posible navegar por más de 11.000 visitas virtuales y 5.000 videos de viviendas que hay colgados. Y esas viviendas podrían incluso ya ser alquiladas con la herramienta lanzada recientemente por idealista para firmar digitalmente el contrato del alquiler por casero e inquilino.
Históricamente, detrás de cada gran crisis han venido épocas de mucho esplendor, en las que la gente valora de nuevo salir a la calle con muchas ganas de vivir. Nada nos hace pensar que esta vez vaya a ser distinto y que el desierto en el que se ha convertido el sector inmobiliario no vuelva a florecer de nuevo. Nunca llovió que no escampara. Y yo, doy fe, lo he visto.