Aproin Digital 124 / Por que una empresa querría ser parte de una asociación  

¿Por qué una empresa querría ser parte de una asociación?

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Quizás esta sea la primera pregunta que nos planteamos cuando hablamos de asociacionismo y a la que debemos enfrentarnos cuando hablamos de colectivos empresariales.

La realidad es que el ser humano, casi desde sus orígenes, siempre ha tendido a reunirse en grupos en torno a una misma idea o actividad. Quizás, el primer caso lo encontremos en la Grecia Antigua, donde había varias asociaciones con carácter privado cuyos fines eran religiosos y/o profesionales. Siglos después, durante la Europa medieval los colectivos de trabajadores se unificaban en torno a la figura del gremio, que eran asociaciones económicas que agrupaban artesanos de un mismo oficio. Estos gremios tendieron a desaparecer en el siglo XIX con la aparición de las Cámaras de Comercio e Industria en España. Con el proceso de industrialización se viviría un momento clave para que las patronales se hicieran más fuertes, pero no sería hasta la transición cuando en España contaríamos finalmente con asociaciones consolidadas que se vincularían, principalmente, a la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y a la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME).

En el Título Preliminar de la Constitución Española de 1977 se recoge la importancia que las organizaciones empresariales tienen en nuestro país, donde además se destaca su contribución a la defensa y a la promoción de los intereses económicos y sociales.

Pero volvamos a nuestra idea central ¿por qué ser parte de una asociación? Las empresas necesitan agruparse para defender una serie de derechos frente a las administraciones públicas, buscar soluciones comunes a las problemáticas del sector y crear una imagen de marca que represente de forma responsable y transparente a todas las empresas de ese colectivo. Se trata de estar juntos para crear futuro.

A finales de 2014 el sector inmobiliario empezó a recibir pequeñas bocanadas de aire en forma de datos positivos en las compraventas. Aunque estos datos aún estaban lejos de un sector normalizado, es cierto que fueron los primeros impulsos para las cifras que han venido después. De hecho, la más significativa es sin duda la cifra del Colegio de Aparejadores publicado por el Ministerio de Fomento según el cual los visados crecieron en el mes de octubre de 2016 un 25,86% más que en el mismo mes del año anterior.

Aún no son datos normalizados, pues venimos de una situación muy complicada, pero si marcan una tendencia positiva dentro del sector.

Con el mercado estabilizándose tras una durísima crisis económica y con las empresas en plena recuperación, el sector inmobiliario debe pararse a pensar cómo queremos que sea ese futuro porque, si no hacemos ese ejercicio de reflexión ahora y tomamos las decisiones oportunas, podemos caer en errores del pasado que no serían deseables.

Gestión del cambio, creación de marca, reputación corporativa, identidad social... Todas estas palabras necesitan de un colectivo para obtener sentido. Al igual que una empresa no es nada sin sus empleados, una asociación necesita de las entidades empresariales y sus profesionales para avanzar. En este punto es donde la palabra PARTICIPACIÓN adquiere un sentido completo.

Las asociaciones deben favorecer que las empresas encuentren su espacio dentro de ellas. Pero no sólo eso, sino además debe trabajar para que participen activamente en ella. Los profesionales deben sentir que se cuenta con ellos, que comparten el trabajo y que no están solos, ver que lo que hacen contribuirá a un objetivo común: crecer. Esto que aparentemente resulta sencillo es uno de las principales dificultades a las que se enfrentan las asociaciones. Conocer no sólo el porqué y el para qué sino hacer partícipe en la definición de los mismos, a las empresas y sus integrantes, hará posible que los objetivos de las organizaciones empresariales lleguen a buen puerto.

¿Por qué nos asociamos? Porque en la ardua tarea de defender nuestros derechos, buscar soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos como sector, gestionar la innovación en nuestras empresas, dar voz a nuestros clientes, gestionar los cambios para enfrentarnos al futuro, etc. es mejor si lo hacemos unidos.

El progreso de un sector no puede venir de sus integrantes trabajando de manera separada, pues de esa forma los objetivos y retos de futuro se difuminan y la reputación colectiva se pierde.

Cuando una entidad apuesta por ser parte de una asociación es porque cree firmemente en que otro sector es posible y quiere ser parte activa de esa transformación. John Fitzgerald Kennedy decía que el cambio es ley de vida, y cualquiera que mire sólo al pasado o al presente se perdería el futuro. Las asociaciones empresariales gestionan ese cambio cuya finalidad es siempre un futuro mejor para sí mismas y para la sociedad.